La figura del contraguerrillero liberal Tirso Lacalle, «el cojo de Cirauqui», es tan interesante, como sumamente controvertida. Muy conocida a grandes rasgos en su tiempo, casi se olvidó después, más allá de las referencias de la publicística tradicionalista a su presunta crueldad y maldad, y de la liberal y republicana a su valor y pericia militar y a su entrega y compromiso con la defensa de la libertad, que le otorgó un lugar central en la memoria liberal navarra. El estudio de la vida de Tirso Lacalle se ve lastrado porque el interés partidista de la mayoría de los autores dificulta distinguir la información verídica entre el cúmulo de noticias más o menos sesgadas e incluso más o menos imaginarias o meramente propagandísticas de carlistas y liberales. En este contexto se da cuenta de los trágicos sucesos del 13 de julio de 1873 en Cirauqui, de la actuación de Lacalle al frente de la contraguerrilla de Tafalla en la última guerra carlista, en la que alcanzó tal celebridad que su nombre y apodo fueron conocidos en toda España e incluso en el extranjero.
También se trata de sus hipotéticos fusilamientos de prisioneros carlistas (algunos claramente inventados) que acreditarían su presunto carácter cruel y sanguinario, y de su trayectoria hasta su muerte en 1920.
